Fraudes complejos y fraudes simples

Buenas,

En un mundo donde se ha ido profesionalizado progresivamente el crimen, especialmente el que está relacionado con los delitos tecnológicos, somos muchos los que hacemos referencia a la complejidad creciente de la actividad delictiva, y a cómo se apoyan los delincuentes en la igualmente creciente sofisticación tecnológica.

Sin embargo, en numerosas ocasiones los fraudes más efectivos son los más simples, y no necesitan de complejas organizaciones del crimen soportando sus actividades. Creo que a estas alturas no hace falta sacar a la palestra el timo de la estampita para ejemplificar un caso de sencillez en la ejecución de un fraude. Con relación a esta simplicidad, Schneier comenta el último caso de lo que muchos considerarán inversímil, pero que por desgracia, acaba aconteciendo. Tiene que ver con tarjetas, uno de los principales focos de fraude existentes en la actualidad.

En este caso los atacantes se han valido de una tarjeta sin respaldo, es decir, no asociada a una cuenta de la que poder satisfacer débito ni crédito. Entran en una tienda, compran efectos por valor de 8000 dólares americanos, y cuando van a pagar, ante el más que previsible error del terminal punto de venta, le entregan al cajero un teléfono para que llame y verifique que la tarjeta está perfectamente respaldada. El cajero llama, un atacante coaligado con los compradores fraudulentos responde a la llamada y tranquiliza al cajero: la tarjeta está perfecta, no se preocupe. La transacción ha sido procesada correctamente. Incluso le dan un número de operación asociado al cargo. Acto seguido, los estafadores se van por la puerta con el género, y lógicamente, como podéis imaginar, mal lo tiene el comercio para no terminar asumiendo el fraude.

Sencillo pero efectivo. Los fraudes son a veces tan simples como la propia naturaleza del engaño que los sustentan.

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